Las Tuerces

Cerca de Aguilar de Campoo, aguas abajo, el Río Pisuerga penetra en una zona de páramos calizos. Entre Villaescusa de las Torres y Mave, el río traza un recorrido sinuoso, encajonado entre roquedos calizos entre los que se han ido abriendo paso en el transcurso de los siglos, formando el pequeño cañón de la Horadada. A ambos lados del cañón, se sitúa el Monumento Natural de las Tuerces.

El paraje de la meseta de las Tuerces, que da nombre a este espacio natural, es visible junto al pueblo de Villaescusa de las Torres. Sobre un roquedo que se yergue junto al pueblo, los agentes meteorológicos han tallado un paisaje de formas caprichosas y retorcidas que se elevan sobre el caserío a modo de castillo encantado. El paraje nos invita a deambular y perdernos por el laberinto de callejos y pequeños cañones horadados en la roca y dejar volar la imaginación entre las formas sugerentes y fantasmagóricas.

Las Tuerces son el más conocido representante de los paisajes cársticos tan abundantes en esta zona de la Montaña Palentina. Los ríos y arroyos, el agua de lluvia, el viento, el hielo, el sol, han sometido a la roca caliza a un acoso paciente y constante, formando grutas, cañones, valles hundidos, setones, dolinas, lapiaz… y regalándonos como resultado, con parajes como la Horadada o el recóndito valle de Recuevas, cercano al pueblo de Gama, cuyas verticales paredes rocosas se han mostrado especialmente apropiadas para la formación de los jóvenes escaladores.

A pesar de su original presencia, el paisaje no representa el único atractivo de este espacio. En un radio de apenas cinco kilómetros se reúnen un inusual conjunto de atractivos turísticos, históricos, artísticos, arqueológicos y deportivos. En este enclave encontramos, en unas pocas lecciones, un curso completo de la historia de la comarca. La casualidad y también la abundancia, han querido que aparezcan aquí restos de las distintas civilizaciones que han poblado estas tierras desde tiempos remotos. En alguna de las grutas y cavidades colgadas de las paredes rocosas de la Horadada y las Tuerces (Cueva Corazón, Cueva Rubia, Cueva Tino), se han localizado materiales que datan desde el Paleolítico Medio y la Edad del Bronce hasta la Edad Media.

En Monte Cildá, emplazamiento estratégico que flanquea la Horadada por el oeste, se encontraron y excavaron las ruinas de los que fue un asentamiento cántabro (tal vez la leyenda Vellica) y después poblado romano, tras su conquista. Según los testimonios arqueológicos y la interpretación de las fuentes clásicas, en la zona del Alto Pisuerga se vivieron los episodios cruciales del sometimiento del pueblo galo a las legiones romanas.

De tiempos posteriores, a caballo entre el domino visigodo y la repoblación, tras las breves invasiones sarracenas, nos quedan dos muestras curiosas de arquitectura hipogea: la iglesia rupestre de Olleros de Pisuerga y la Ermita de San Pelayo, en Villacibio.